Aunque los gatos se distinguen por su agilidad y equilibrio, cuando accidentalmente tropiezan o resbalan no siempre logran aterrizar de pie. Y aunque logren hacerlo, si caen desde una altura considerable, pueden salir gravemente heridos o incluso perder la vida.

El síndrome del gato ‘volador’, ‘saltador’ o ‘paracaidista’, hace referencia a una particular conducta de los felinos domésticos, que los impulsa a desafiar la ley de la gravedad cuando se encuentran en las alturas.

Generalmente las causas por las que los gatos exponen sus vidas con tal desconsideración son: inexperiencia, su naturaleza intrépida y curiosa; su instinto de reproducción (cuando buscan pareja durante un periodo de celo) y el descuido de sus propietarios.

Cuando un gato camina en un balcón, terraza, cornisa, azotea o cualquier otro lugar alto, puede ser sorprendido por un evento externo que lo haga reaccionar impulsivamente, o simplemente puede cometer un descuido, perder el equilibrio, tropezar, resbalar, caer y lastimarse.

Las lesiones generadas por este tipo de eventos trágicos comprenden desde traumatismos torácicos, faciales, orales y abdominales; hasta fracturas en sus extremidades y vértebras.

Como en muchos otros ámbitos, la mejor medida para evitar desgracias es la prevención. Por eso, una recomendación básica y fundamental para brindarles seguridad a nuestros gatos, es negarles el acceso a exteriores que no estén cercados y a áreas que tengan una altura mayor a un piso.

Complementariamente, para no reprimir sus instintos ‘silvestres’, es recomendable proporcionarles cuerdas, postes, repisas u otras estructuras que les permitan trepar y saltar desde alturas moderadas, en ambientes controlados y seguros dentro de la casa, el patio o el jardín.

Si a pesar de haber tomado todas las precauciones necesarias, nuestro gato cae accidentalmente desde una altura importante, es vital que un médico veterinario lo examine y atienda a la brevedad.

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