Los parásitos intestinales son organismos patógenos que pueden afectar prácticamente a todas las especies animales, tanto silvestres, como domésticas. Incluso algunos pueden transmitirse a los seres humanos, representando un considerable riesgo para la salud.

Estos parásitos internos (endoparásitos) que se alojan en la mucosa del intestino con el simple propósito de alimentarse, ocasionan graves daños colaterales a sus anfitriones, debido a sus efectos obstructivos, irritativos, tóxicos e inmunosupresores.

– Al formar verdaderas madejas que taponan el intestino, los bronquios o vasos sanguíneos, alteran el paso del alimento, el aire o la sangre en sus hospedadores.

– Al invadir la mucosa intestinal causan irritación y diarrea crónica (cuando la consistencia de las heces varía de sólida a líquida sin una causa aparente).

– Al perforar y lesionar las paredes del intestino para implantarse, ocasionan pérdidas recurrentes de sangre que derivan en anemia.

– Al liberar toxinas como resultado de sus procesos metabólicos, pueden provocar en su anfitrión reacciones alérgicas o cuadros de intoxicación generalizada.

– Al provocar en el intestino deficiencias en la absorción de los nutrientes, su hospedador puede desarrollar hipoproteinemia y disminuir la producción de anticuerpos.

Las señales que pueden evidenciar la presencia de estos huéspedes indeseables en el intestino de nuestros animales son: un evidente adelgazamiento, debilidad, mal aspecto de la piel y el pelo, vómitos, diarrea intermitente, y en los cachorros un abdomen dilatado.

Los parásitos intestinales que generalmente pueden aquejar a los animales domésticos y de compañía son:

Gusanos redondos o lombrices, como el Toxocara y el Toxascaris, que afectan principalmente a perros y gatos. Y se transmiten por contacto directo cuando un animal olfatea o lame excremento o el ano de otro miembro de su especie infestado con parásitos.

Gusanos planos o tenias, que necesitan de un hospedador intermediario (en el que se desarrollan las larvas) para transmitirse a otros animales.
Como la Dipylidium, cuyo vehículo son las pulgas (ingeridas accidentalmente por los animales, al lamerse o acicalarse) o la Echinococcus, cuyo intermediario es el ganado bovino, ovino, porcino o equino y se transmite cuando su carne es consumida cruda.

Y otros organismos microscópicos parásitos, protozoarios coccidios y flagelados, que también pueden contaminar el intestino de sus hospedadores.

Existen diversos productos para controlar y erradicar a estos indeseables organismos patógenos (en comprimidos, jarabes, pastas, pipetas o inyectables), sin embargo todos los tratamientos deben ser siempre indicados por un médico veterinario, de acuerdo al perfil específico de cada paciente (determinado por su especie, edad, género y estado de salud), de lo contrario podrían obtenerse resultados insatisfactorios, que incluso podrían poner en riesgo la salud de nuestros animales.

Como medida preventiva complementaria, es recomendable monitorear siempre a nuestros animales para evitar que se infesten con parásitos o contraigan enfermedades, sobre todo si conviven con otros miembros de su especie en lugares públicos.

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