Muchas personas que conviven con animales en el ámbito doméstico, afirman haber experimentado (en más de una ocasión) la empatía de sus mascotas, en momentos de júbilo o tristeza. Aseguran que sus perros o gatos han establecido vínculos afectivos, brindándoles compañía, emitiendo sonidos o estableciendo algún tipo de contacto físico.
Desde el punto de vista científico, la Declaración de Cambridge Sobre la Conciencia Animal, afirma que: “los seres humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos que generan conciencia. Animales no humanos, incluidos todos los mamíferos, las aves y muchas otras criaturas… poseen estos sustratos neurológicos“.
Aunado a lo anterior, investigadores neurocientíficos de las Universidades Emory (en Atlanta) y Eötvös Loránd (en Budapest), han confirmado -mediante estudios de resonancia magnética- que la actividad cerebral en los animales responde a emociones complejas, similares a las humanas.
Por lo tanto, contrario a lo que se piensa, las emociones no son exclusivas de los seres humanos. Sentimientos de empatía, alegría o angustia, son experiencias conscientes en otras especies animales.
En consecuencia, los seres humanos debemos hacernos responsables de nuestras acciones y su impacto -positivo o negativo- en el equilibrio emocional de las demás especies animales. Ya sea en nuestros hogares (como mascotas), en granjas (como alimento) o en circos, zoológicos u otros espacios que integran a estos seres como parte de un espectáculo (con fines de entretenimiento).
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