La sarna es una enfermedad cutánea producida por la acción patógena de distintos tipos de ácaros, ectoparásitos microscópicos de la familia de los arácnidos, que se alojan y alimentan en la piel.

Dependiendo de la clase de ácaro invasor, se pueden manifestar distintos tipos de sarna:
– Sarcóptica. Producida por el ácaro Sarcoptes scabiei, conocida también como escabiosis.
– Demodécica. Producida por el ácaro Demodex canis, conocida también como sarna roja.
– Pneumonyssoides. Producida por el ácaro Pneumonyssoides caninum, conocida también como sarna de la nariz.

Otros tipos de sarna, aunque son más comunes en gatos, también pueden manifestarse en los perros:
– Otodéctica. Producida por el ácaro Otodectes cynotis, conocida también como sarna de las orejas.
– Cheyletiella. Producida por el ácaro Cheyletiella spp, conocida también como cheyletiellosis, queiletielosis o caspa caminante.
– Notoédrica. Producida por el ácaro Notoedres cati, conocida también como sarna de la cabeza.

La enfermedad generalmente se manifiesta cuando se debilita el sistema inmune de un individuo y los ácaros que habitan su piel aprovechan para proliferar y progresar.
Los seres más vulnerables son los que sufren alguna otra enfermedad, desnutrición y problemas de higiene.
La manera más común de contagio, es el contacto directo con un individuo que la padezca o con sus objetos y entorno, infestadas de ácaros.

Los síntomas mediante los cuales se puede detectar la sarna son: Comezón incesante, pérdida de pelo (por zona), enrojecimiento, inflamación, erupciones y descamación de la piel; anorexia y pérdida de peso.

Ante uno o más de estos síntomas, es recomendable acudir a un médico veterinario para que evalúe, diagnostique y determine el tratamiento más adecuado para erradicar la enfermedad.
Una estricta terapia farmacológica acaricida, antibióticos para evitar infecciones concomitantes por bacterias, un inhibidor selectivo de la JAK para controlar el prurito (necesidad de rascarse), jabón antiseborréico para eliminar residuos escamosos de la piel (durante los baños) y una rigurosa higiene del entorno del paciente.

Para limitar la posibilidad de contagio o una recaída, es recomendable atender los factores que favorecen la manifestación de la enfermedad. Proveyendo a nuestro perro una alimentación balanceada; higiene adecuada, atención médica regular y vigilando el contacto con otros miembros de su especie.

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