Durante las fiestas decembrinas, la venta de perros, gatos y otros animales domésticos, aumenta considerablemente. Debido a que muchas personas acostumbran regalar mascotas a sus seres queridos, en especial a los niños.

Lamentablemente, una gran parte de estas mascotas proviene de criaderos clandestinos, donde los animales son explotados y maltratados. Hacinados dentro de jaulas estrechas, en condiciones insalubres y extrema desnutrición.
Por si esto no fuera suficiente, como consecuencia, las crías con ‘pedigree’ comercializadas por estos pseudo-criadores, son animales débiles y enfermos, con una muy corta esperanza de vida.

Además, la tendencia a comprar en vez de adoptar, fomenta y refuerza un prejuicio social, mediante el cual se le asigna un valor monetario a la vida. Y como resultado, en el inconsciente colectivo, un ser adoptado “vale menos” que un ser por el que se paga.

Aunado a lo anterior, en una gran mayoría de los casos, cuando se “obsequia” una mascota, no se consideran las implicaciones que conlleva su cuidado.
En consecuencia, 7 de cada 10 animales de compañía comprados y regalados como “juguetes” o “curiosidades”, al dejar de ser una “novedad” terminan siendo abandonados en una azotea o en las calles.

Por eso, para contrarrestar tan lamentable problemática, es fundamental fomentar la cultura de la adopción y la tenencia responsable de animales de compañía. Para que quien decida tener una mascota, asuma conscientemente el compromiso de satisfacer todas sus necesidades biológicas y afectivas, al convertirla en un miembro más de su familia.

Quien elige adoptar, salva más de una vida. Pues además de brindarle hogar y bienestar a un animalito abandonado. No contribuye a la explotación y el lucro entorno a la comercialización de mascotas.

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