Aunque no es tan frecuente, en ocasiones algunos gatos podrían reaccionar de manera ‘agresiva’, abalanzándose y atacando las extremidades de quienes les rodean.

Lógicamente, a nadie nos gusta sentir el dolor producido por arañazos o mordidas, no obstante, antes de molestarnos, juzgar o incluso regañar o reprender a nuestros queridos felinos, es importante entender que dicho comportamiento ‘inadecuado’ podría ser provocado por nosotros mismos o ser una señal de malestar o enfermedad.

Las causas que podrían originar dichas conductas ‘agresivas’ son:

Inexperiencia.
Como cualquier animal a corta edad, los gatitos aprenden mientras juegan y muchas veces no miden su fuerza, ni saben cuándo detenerse. Lo que para ellos es diversión inofensiva, para nosotros podría parecer una agresión.
En otros casos, cuando un gato es separado prematuramente de su manada, al crecer y convertirse en adulto, carece del aprendizaje que -de manera natural- tendría que haber obtenido de la convivencia con sus padres y hermanos. Ocasionando que no sepa relacionarse, ni expresar sus emociones, de manera y en intensidad adecuadas.
En estas situaciones, es necesario enseñar límites a nuestros mininos -siempre con cariño y paciencia- para que logren convivir apropiadamente con los demás miembros de la familia.
Es recomendable acudir a un etólogo (especialista en comportamiento animal), para que nos guie paso a paso, en dicho proceso ‘educativo’.

Estrés.
Emociones como incertidumbre, ansiedad, angustia o fastidio, pueden orillar a un gato (o cualquier otro animal) a reaccionar de manera ‘agresiva’, como un mecanismo de defensa.
Los felinos son animales de hábitos, a los que les afecta de sobre manera cualquier alteración en su rutina o entorno.
También debemos tener siempre presente que son seres que valoran su independencia, por lo que es fundamental aprender a respetar su espacio y tranquilidad.
En un caso como este, es necesario identificar y neutralizar los estímulos que podrían estar ocasionando emociones negativas y desencadenando hostilidad en nuestro gato.

Enfermedad.
Cuando un gato (o cualquier otro animal) padece dolor o malestar a consecuencia de una afección, es natural que se comporte a la defensiva, para alejar cualquier amenaza mientras se siente vulnerable.
En estos casos, es vital monitorear a nuestro felino para detectar cualquier variación en sus hábitos que pudiera ser síntoma de alguna enfermedad y acudir a un médico veterinario, para su diagnóstico y tratamiento oportunos.

Como acciones complementarias durante el proceso de ‘corrección’ de cualquier conducta ‘agresiva’ en nuestro gato, es recomendable:
– Mantener sus uñas cortas para aminorar el daño en nuestra piel, en caso de que se presente un ataque.
– Aplicar en sus áreas de descanso y tránsito, un producto con feromonas sintéticas, que le transmita ‘mensajes de armonía’. (Indicado y supervisado por un veterinario)
– Evitar realizar acciones que pudieran alterarlo y provocar una ofensiva de su parte. Tales como acariciarlo en zonas sensibles, perseguirlo o asustarlo.
– Poner atención a su lenguaje corporal para detectar signos de hostilidad, como movimiento enérgico de su cola, orejas echadas hacia atrás, pupilas dilatadas y maullidos característicos.
– Y disponer de juguetes para distraerlo y desviar su atención cuando la probabilidad de un ataque sea alta.

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